Contra el Telón de Acero vivíamos mejor


A veces la miro y la veo así. Foto tomada de http://fenteslent.blog.hu


"El colapso de la Unión Soviética fue un Chernóbil sociopolítico"
Mohamed Arkoun

En tiempos de la Transición, el paso de la dictadura de Franco a la democracia coincidió con la crisis económica del petróleo. Esta coincidencia hacía que mucha gente, personas interesadas de estómago agradecido – como se decía entonces de los partidarios del antiguo régimen – o simplemente gentes sencillas que no habían conocido otro régimen político que el de Franco, identificaran los problemas económicos con el advenimiento de la democracia. De tal manera que se puso muy de moda la frase “con Franco vivíamos mejor”.

Estos problemas económicos unidos a la prudencia en los cambios políticos, consecuencia necesaria de no buscar el enfrentamiento directo con los poderosos sectores que no eran muy partidarios del cambio real, hizo que también se produjeran dudas, desasosiegos e impaciencias en los sectores progresistas y democráticos. A este sentimiento social se le llamó “el desencanto”. En este momento del desencanto, entre los más cínicos de los sectores “progres” que habían corrido delante de los “grises[i]”, se empezó a oír la frase “contra Franco vivíamos mejor”.

En estos años, finales de la década de 1970, el mundo seguía sumido en la separación ideológica que había surgido al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Estaba dividido en dos bloques opuestos, por un lado, el bloque capitalista – el Mundo Libre como decía la propaganda norteamericana aunque estaba incluido en él más de un Estado que no destacaba precisamente por conceder mucha libertad a sus ciudadanos – liderado por los Estados Unidos y, por otro lado, el bloque soviético o socialista o del socialismo real que lideraba la URSS[ii]  en el que ningún Estado era democrático.

Y existía un conflicto sordo entre ambos bloques, una guerra económica, de propaganda, de a ver quién tenía más misiles estratégicos y meaba más lejos, de a ver quién tenía más capacidad de destruir la Tierra el mayor número de veces posible con sus armas termonucleares. Un conflicto sordo que estallaba en conflictos de verdad en el Tercer Mundo, allí donde los intereses e influencias de los Estados Unidos y la URSS chocaban. Era como una partida de ajedrez sobre un tablero global. Más de una vez estuvieron a punto de apretar el botón e irnos todos a freír espárragos. A este conflicto irracional se le llamó la “Guerra Fría”.

Uno de los escenarios principales de la guerra fría era Europa. No es extraño si se tiene en cuenta que había sido el escenario principal de la Segunda Guerra Mundial. El continente estaba separado en dos, Alemania – en una escala más reducida – también estaba separada en dos. Una frontera separaba ambas Alemanias, Austria e Italia - que estaban en el lado occidental - de Yugoslavia, Hungría, Checoslovaquia – que estaban al lado oriental –. Y esta frontera – más frontera que ninguna – se la denominó el “Telón de Acero[iii]”.

La línea negra era el famoso telón, en azul la OTAN, en rosa el Pacto de Varsovia y en gris los países neutrales

En Alemania Oriental quedó una isla occidental en la parte de Berlín que, según los tratados que pusieron fin a la guerra, le correspondía su control a las potencias occidentales: Estados Unidos, Reino Unido y Francia. En Berlín, se reproducía en plan microcosmos, la situación general del mundo y, como al fin y a la postre se trataba de una única ciudad, se hacía muy difícil el control de la frontera y se pasaban muchos ciudadanos del Este al lado occidental. Esto no hacía ninguna gracia a las autoridades comunistas que elevaron un muro alrededor del sector occidental separando también a la ciudad en dos. La República Democrática Alemana denominó a esta muralla el “muro de defensa antifacista” y en los países occidentales fue conocido como el “muro de la vergüenza”. A mí me parece más adecuado el segundo término ya que la muralla evitaba la movilidad de los ciudadanos en su propia ciudad y muchos pagaron con su vida el intento de pasar del Este al Oeste.

El dichoso telón, aparte de ser una frontera muy poco porosa y bastante vigilada, era la separación de dos mundos, con dos sistemas político económicos diferentes y opuestos. En occidente el sistema capitalista, la libre empresa y la democracia liberal. En oriente el sistema socialista soviético, el Estado como propietario de todos los medios de producción y la dictadura del proletariado.

Si el bloque occidental creaba un pacto militar de defensa, la OTAN, el bloque soviético creaba a su vez del Pacto de Varsovia. Si los países de Europa Occidental creaban un tratado de libre comercio como la Comunidad Económica Europea, los de Europa Oriental hacían su correspondiente tratado con el COMECON[iv]. Por cada acción de un bloque, el otro llevaba a cabo una reacción de igual intensidad y sentido contrario.

El tremendo coste de la carrera armamentística y de la guerra de Afganistán en los años ’80 terminó por desmoronar el sistema económico de la URSS, que se llevó consigo el último intento liberalizador de Gorbachov[v] – último secretario general del PCUS[vi] – y todos los países de la órbita soviética se fueron liberando del yugo soviético. Este hecho quedó registrado simbólicamente con la caída del muro de Berlín en 1989. Al final ese movimiento social irresistible se llevó por delante a Gorbachov y su gladnost[vii] y su perestroika y a la propia Unión Soviética que estalló en mil pedazos.

A los ciudadanos del mundo, que nos habíamos criado con el muro de Berlín como símbolo de la separación entre bloques, esta sucesión de acontecimientos nos parecía inaudita, no acabábamos de creérnoslo. Sabíamos que traería consecuencias, pero siempre pensamos que serían positivas.  Por fin unos pueblos sojuzgados por unos regímenes políticos dictatoriales podrían liberarse. Era para alegrase sinceramente.

Este hecho histórico no sólo impresionó a los ciudadanos. Autores de todo el mundo escribieron comentarios, artículos, mantuvieron tesis e hipótesis. Entre ellos, quizá el más famoso, fue el politólogo norteamericano Francis Fukuyama quien escribiera en 1992 aquel renombrado libro de “El fin de la historia y el último hombre”. En él Fukuyama exponía que la historia, como lucha de ideologías, había terminado y había dado a luz a un mundo basado en la política y la economía neoliberal imponiéndose, tras el fin de la guerra fría, a lo que el autor denominaba utopías. El libro fue muy polémico, la frase “fin de la historia” muy publicitaria y muy inexacta tuvo bastante culpa, supongo que por eso precisamente la puso en el título. Pero no se puede negar que a partir del derrumbamiento de la URSS sólo ha habido un pensamiento único en el mundo.

El caso es que esa fue una de las consecuencias. No fue el final de las ideologías, sino el triunfo de una ideología que resultó ser tan dogmática como el socialismo real y cuyas consecuencias estamos pagando ahora. El problema ideológico no ha sido la desaparición del comunismo que, tal y como había sido aplicado, había demostrado su inviabilidad económica y había sojuzgado a millones de personas. En ese momento Moscú había perdido ya su carácter de faro guía del movimiento obrero internacional, el surgimiento del eurocomunismo fue buena prueba de ello.

El verdadero problema es que la ideología capitalista se quedó sin contrapeso. Mientras existió el socialismo real, las élites dirigentes occidentales tenían que vender a sus clases trabajadoras su modelo, y poder decir “mira cómo viven los rusos bajo el yugo soviético y mira como vives tú”. Por eso se esforzó por mantener un capitalismo de rostro humano y su expresión socioeconómica y política: el Estado de Bienestar. Pero una vez cayó el otro modelo todo esto ya no era necesario y qué mejor y más fácil manera de aumentar la productividad y la competitividad que bajar sueldos y cercenar los derechos sociales (ver mi artículo “Adios, Estado del Bienestar, adiós”).

Estados Unidos quedó como superpotencia global única, gendarme mundial autonombrado para mantener la “pax americana”, identificar ejes del mal y actuar en consecuencia. En algunos casos como en Somalia, con buenas intenciones, en otros casos, Irak por ejemplo, con intereses espurios.  En todo caso, Estados Unidos ha intervenido con una fuerza militar enorme y una superioridad tecnológica aplastante pero con una intuición política tremendamente infantil, procurando sistemas democráticos inmantenibles a pueblos que mantienen el sistema social tribal. Algo así, en el ámbito político, como si en el ámbito tecnológico se dotara de una central nuclear a los indios Yanomanos del Amazonas, o se le diera un móvil 3G a un caballero de la primera cruzada. Y eso que por Harvard, Yale y las otras universidades de élite andan los mejores antropólogos del mundo, a los que podrían consultar de vez en cuando, cuál sería el régimen político más justo y más adaptado a la cultura de esas sociedades.

De esta manera, el status quo de la Guerra Fría ha desembocado – en lo militar - en una guerra global contra el terrorismo en la que Occidente ha invadido selectivamente a países árabes y los ciudadanos occidentales tienen que mirar debajo del asiento cada vez que se montan en un tren de cercanías o del metro, con el problema árabe-israelí como telón de fondo permanente.

Aunque hoy en día, cada vez está más claro que China es otro superpoder global. Ya no se puede tomar ninguna decisión sin contar con los chinos y normalmente se oponen a todo con el solo fin de fastidiar. Y con el fin de no fastidiarles a ellos, las potencias occidentales no quieren oír ni hablar de derechos humanos en China. A Cuba, por poner un ejemplo claro, hay que dar merecida caña, pero a China no, que son muchos, tienen muy mala leche y disponen de la llave de la deuda pública de norteamericanos y europeos.

Los viejos dirigentes chinos, que vivieron su propia primavera con el asunto de Tiananmen (ver mi artículo “El rebelde desconocido, el mártir de Hangzhou y la emergencia de China”), debieron pensar que lo que le había pasado a la URSS no le iba a pasar a ellos y manteniendo el sistema formal de gobierno comunista organizaron la economía a la manera capitalista, ¡y de qué manera!. Se apuntaron al neoliberalismo como alumnos aventajados. De tal forma que no suponen en realidad ningún modelo opuesto al capitalismo por muy comunista que se autoconsidere el gobierno chino. Es más, dado su déficit en el reconocimiento de los derechos sociales de sus trabajadores, ejercen un tremendo “dumping social” que no ha dado sino alas a la reacción neoliberal en Occidente.

En Europa quedaba por solucionar el problema de las dos alemanias. Ya no tenía sentido esta separación de una nación única en dos estados. El problema era que la vieja Alemania todavía daba mucho miedo. El recuerdo de las dos guerras mundiales del siglo XX estaba ahí. El presidente francés Mitterrand dijo más o menos literalmente, que a él le gustaba mucho Alemania,  que precisamente por esa razón prefería que hubiera dos y no era el único que así pensaba. Tampoco tranquilizaba la prisa alemana para que las ex repúblicas  yugoslavas se independizaran lo que resulto ser un detonador más – como si ellos necesitaran ayuda para querellar - de las sucesivas guerras balcánicas.

No gustaba el poder económico que resultaría de la unión alemana, una nación con 80 millones de habitantes, ¡Dios mío todos ellos alemanes!, lo que unido a la democratización de los países del este de Europa desplazaría el centro de gravedad de la Comunidad Europea hacia el centro del continente. Esto era otra cosa que a los franceses no les hacía ninguna gracia, aunque a los españoles – que siempre andamos bastante despistados en esto  de la geopolítica – nos hacía mucha ilusión dicha integración, al menos oficialmente.

Por todo ello, porque por un lado era de justicia que el país se unificara y por otro había que tenerles vigilados a causa de su historia reciente, se pusieron ciertas condiciones. Básicamente, según el profesor Vicenç Navarro, se trataba de integrar más las economías europeas de forma que se alejaran todavía más las hipotéticas tentaciones imperiales de Alemania. Se le conminó a que aceptara una moneda única de la que tenía que ser principal garante. Alemania dijo que sí pero que quería el control del negocio, que el futuro Banco Central Europeo fuera una sucursal del Banco de Alemania. Y así se constituyó el euro, como alter ego del marco. El resultado fue que, hoy por hoy, lo que dice la Merkel es lo que se hace, y ella aplica la versión germánica de la ortodoxia neoliberal sin ningún atisbo de piedad.

De manera que lo hicieron muy bien. Querían controlar a Alemania, para que no se desmandara otra vez y, al final, le dieron el control total. Desde luego así se vencían las tentaciones imperialistas por medios militares. Pero, como dijo el segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams, "Hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación, una es con la espada, la otra es con la deuda". No se dieron cuenta de que Alemania era y es precisamente un gigante económico pero, era entonces y es ahora, un enano militar. Con esto quiero decir que había margen para negociar, que no iban a resucitar a la Wehrmacht[viii] de un día para otro. Así que, a falta de espada, nos domina con deuda, lo cual es sin duda mejor, es mejor que te chuleen a que te maten, pero a uno le queda – desde este rincón del sur de Europa – la sensación de vivir debajo de la bota de un IV Reich.

Este poder único en Europa que representa Alemania necesitaba que se cumpliera una vieja aspiración del nacionalismo alemán: su expansión hacia el Este. La caída del telón de acero fue la ocasión perfecta. El procedimiento se realizó mediante la integración de los países de Europa Oriental en la Unión Europea, tampoco en este caso gracias a Dios, fue necesario invadir militarmente. No quiero decir que estos países no tuvieran tanto derecho como España a pertenecer a la Unión Europea, pero después de la ampliación, la conforman 27 Estados Miembros, lo que la hace bastante más inmanejable – en todos los aspectos – y mucho menos cohesionada que cuando la formaban 12 o 15 Estados. Se trata poco más de un club de naciones para el intercambio de productos. La Eurozona es un desastre, no hay Europa social, ni hay Europa democrática – existe un enorme déficit democrático en las instituciones europeas -, ni hay Europa de las regiones,  ni Europa de nada, todo es una pura entelequia rebozada de mucha burocracia; eso sí, Alemania tiene su mercado continental.

Y lo peor de todo es que, una Europa Unida es la única solución si el continente quiere tener un mínimo peso político y económico en el ámbito mundial. Pero claro una Unión Europea en la que sus instituciones tengan peso específico, el Banco Central sea de verdad un banco central, el parlamento pueda controlar de verdad al ejecutivo, los tribunales de justicia sean de verdad tribunales y el gobierno sea elegido por los ciudadanos. Una Europa en la que si preguntaras a cualquiera en la calle el nombre de su presidente se supiera contestar sin tener que mirar la Wikipedia[ix].

Nadie puede mover la historia, como no fuera con una máquina del tiempo o saltando a un universo paralelo, algo que por el momento dista mucho de ser posible. Pero podemos hacer política ficción y, haciéndola, voy a ser cínico, egoísta y políticamente incorrecto, porque de sobra sé que los ciudadanos polacos o checos – por poner un ejemplo – vivían realmente sojuzgados tras el telón de Acero. Si el Muro de Berlín no hubiera caído y el Telón de Acero siguiera separando Europa, Alemania no se hubiera unificado y no tendría la llave de la moneda única ni nos asfixiaría con la deuda. Los Estados del Este estarían bajo dictaduras comunistas con lo que el centro de gravedad de la Unión Europea seguiría siendo  un equilibrio entre  Francia y Alemania, probablemente la Unión Europea estaría mucho más cohesionada y el neoliberalismo no se habría erigido en el pensamiento único y es posible que mantuviéramos nuestro Estado de Bienestar con buena salud. Seguiríamos con la política de bloques, la carrera armamentística siempre a punto de apretar el botón[x]. A lo mejor China no habría tenido la necesidad de revolcarse en la molicie del capitalismo salvaje y no habría despertado todavía de su sueño letárgico. Seguiríamos con las guerras controladas en partes del tercer mundo, en el fondo tal y como ocurre ahora, pues no hay mucha esperanza para los ciudadanos de estos países cualquiera que sea el status quo mundial. 

Pero, siguiendo con el cinismo, el ciudadano de Europa Occidental – y por supuesto el español medio - probablemente viviría mejor. Creo que podemos adaptar aquella frase de la transición de la que hablábamos al principio del artículo, aquella frase llena de desencanto, y afirmar: “contra el Telón de Acero vivíamos mejor”.

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo





[i] Los grises era el nombre común por el que se conocía a la Policía Armada. Uno de los instrumentos represores del régimen.
[ii] URRS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas también llamada Unión Soviética 
[iii] “Eiserner vorhang”en alemán. El primero que utilizó el término en el sentido de un grupo de países comunistas opuestos a Occidente, fue el ministro de propaganda del III Reich Joseph Goebbels en febrero de 1945. El término se hizo popular tras un discurso de Winston Churchill en 1946. Hace referencia al cortinaje anti incendios que se usa en los teatros.
[iv] COMECON: Consejo de Ayuda Mutua Económica
[v] Mihail Gorbachov, fue el último secretario general del PCUS y presidente de la Unión Soviética que realizó una política liberalizadora que acabó con la desaparición de la propia Unión SOviética
[vi] PCUS: Partido Comunista de la Unión Soviética
[vii] Glasnost: En ruso apertura, transparencia o franqueza) se conoce como una política que se llevó a la par de la Perestroika. El líder del momento Mijaíl Gorbachov, desde 1985 hasta 1991. En comparación con la Perestroika que se ocupaba de la reestructuración económica de la Unión Soviética, la glásnost se concentraba en liberalizar el sistema político. En esta se estipulaban libertades para que los medios de comunicación tuvieran mayor confianza para criticar al gobierno.
[viii] La Wehrmacht («Fuerza de Defensa» en alemán) era el nombre de las fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi desde 1935 a 1945, surgida tras la disolución de la Reichswehr, fuerzas armadas de República de Weimar, por el régimen nazi.
[ix] En este sentido es muy interesante el artículo publicado en EL País domingo el pasado 12 de agosto, firmado por tres influyentes pensadores alemanes: Peter Bofinger, Jürgen Habermas y Julian Nida-Rümelin, titulado “Por un cambio de rumbo en la política europea”. En este artículo los autores presentan dos tesis principales. En primer lugar que sólo una profundización clara en la integración europea puede mantener una moneda común sin medidas de auxilio y, por otro lado, que el agravamiento de la crisis demuestra que la estrategia impuesta por el Gobierno alemán está equivocada.
[x] Esto en principio representa una ventaja. Pero en la actualidad no creo que haya más seguridad mundial. Por un lado está el hecho de que ha habido mucho menos control sobre las armas nucleares de la URRS y no se sabe si algún misil puede caer en manos terroristas. Este ha sido un argumento muy común en películas y best Sellers. Por otro lado tenemos que hay más potencias con armas nucleares que nunca. A las clásicas EEUU, Rusia, Reino Unido y Francia, se añaden China, Israel, India, Pakistán y tenemos a Corea del Norte e Irán intentando desarrollar las suyas. No, no creo que ahora haya más seguridad sino que se habla menos de ello.



Bibliografía:

Francis Fukuyama
El fin de la historia y el último hombre.
Editorial Planeta.
Barcelona 1992

Vicenç Navarro

Peter Bofinger, Jürgen Habermas y Julian Nida-Rümelin
Licencia Creative Commons
Contra el Telón de Acero vivíamos mejor por Juan Carlos Barajas Martínez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Los modelos de Mintzberg




Don Isaac Newton, no sé si antes o después de que la manzana golpeara su cabeza, describió al Universo conocido con cuatro leyes físicas. A saber, la ley de la inercia, la ley fundamental de la dinámica – aquélla de que la fuerza es la masa por la aceleración –, la ley de  la acción y de la reacción y la ley de la gravitación universal. Con eso, con esa “pequeña” aportación, don Isaac construyó un modelo que nos permitía predecir  el movimiento de los planetas o de un ciclista por la carretera o de un paracaidista en caída libre. Todo movimiento de una masa a una velocidad sensata, es decir muy alejada de la velocidad de la luz, queda descrito por estas leyes. Para las otras, para las velocidades inconcebibles, está la relatividad de Einstein y su E=mc2.

Podríamos entonces definir un modelo como una forma de representación a escala reducida de una realidad mayor. El modelo puede ser matemático - como es el caso que acabamos de describir -, es decir, mediante ecuaciones que describen un comportamiento o puede ser un modelo esquemático, es decir, mediante la reducción del fenómeno real a unas cuantas ideas representativas que nos dan una explicación sin tener que reproducir toda la complejidad de lo real. En todo caso, un modelo es una simplificación de la realidad en aras de una mayor comprensión de esa realidad. Que yo recuerde, esta idealización de la realidad está presente durante toda la historia de la filosofía y de la ciencia desde Platón hasta nuestros días.

Hay millones organizaciones humanas que se dedican a producir bienes y servicios, es decir, las empresas. Muchas de ellas son privadas y tienen ánimo de lucro, otras son públicas y proveen de servicios a la sociedad sin estar tan claro dicho ánimo pero siempre con algún interés más o menos oculto, pues – como decía continuamente mi tía Virtudes -, nadie da duros a pesetas.

El profesor canadiense Henry Mintzberg ha construido un modelo del comportamiento de las empresas. No voy a decir que los modelos de Mintzberg tengan la belleza matemática – de hecho son modelos esquemáticos o arquetipos - ni la trascendencia histórica que atesora el modelo de Universo que nos proporcionó Newton  pero, para mí - en el ámbito del estudio de las organizaciones formales - , no hay  otra aportación igual. Vamos pues a la búsqueda del modelo universal de la empresa, y puede ser hasta divertido identificar a Google como adhocracia o tal vez como forma divisional compuesta por adhocracias y al bar de los Hermanos Pozo – el bar de la esquina de mi barrio de toda la vida - como estructura simple.

Mintzberg comienza por afirmar que para que una organización funcione necesita de una consistencia interna o armonía, necesaria para afrontar un entorno externo hostil o de competencia, y una estructura interna que produce lo que quiera que sea basándose en la división del trabajo, lo cual no deja de ser un embrollo porque coordinar equipos de trabajo no es fácil. Y para constituir esa armonía o consistencia se necesita de una serie de mecanismos coordinadores que favorecen la interacción entre las personas que forman la organización.

En primer lugar tenemos la adaptación o ajuste mutuo, entendido como la coordinación por el simple proceso de la comunicación informal entre las personas sin supervisión ni relaciones de autoridad. La autogestión para entendernos. El segundo mecanismo de coordinación es La supervisión directa, que se produce cuando una persona asume la responsabilidad del trabajo que ejecutan otros. En este caso si se produce una estructura jerárquica. Y por último, las organizaciones se coordinan mediante la normalización, en la que la coordinación se realiza mediante la especificación o programación de los diversos aspectos del trabajo. La normalización se puede aplicar a los procesos de trabajo, a los productos de la organización (outputs), a las habilidades o destrezas requeridas al personal para desarrollar los trabajos y  a las reglas que la organización emplea para controlar de forma general todos los trabajos.

Mecanismos de coordinación.
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Evidentemente en una organización real se emplean los tres tipos de mecanismos, del grado en que se usen dependerá en parte el tipo de organización de que se trate.

Mintzberg elabora a continuación un modelo general que cumplen todas las organizaciones, es decir para nuestro caso serían el equivalente a F=m.a o E=mc2 ,cuya descripción gráfica se encuentra en la figura siguiente:

Estructura de Mintzberg


Como se puede apreciar en la figura las organizaciones se componen de las siguientes partes:

  • El núcleo de operaciones
En la base de cualquier organización se encuentran los operarios, las personas que realizan el trabajo básico relacionado con la fabricación de los productos o la prestación de los servicios provistos por el organismo a la sociedad.
  • El ápice estratégico
Lo conforman los altos directivos que tienen la responsabilidad general de la organización.
  • La línea intermedia
Forma la cadena de directivos medios, desde los gerentes a los supervisores directos de los operarios, que ocupan posiciones desde la alta dirección hasta el núcleo de operaciones. Se trataría de la mesocracia organizativa.
  • La tecnoestructura
Son grupos de personas que se encargan de estandarizar o normalizar los procesos de trabajo y sirven a la organización afectando al trabajo de otros. Se encuentran fuera de la corriente operacional representada por la línea intermedia. Ejemplos de grupos pertenecientes a la tecnoestructura son los departamentos de selección de personal, formación, organización y métodos, etc.
  • El personal o “staff” de apoyo
Son unidades especializadas que proporcionan diversos servicios a toda la organización desde el ápice hasta el núcleo. Como en el caso de la tecnoestructura están fuera de la corriente operacional del trabajo. Ejemplos de staff de apoyo son los departamentos de personal y retribuciones, seguridad, cafetería, informática (siempre que no sea el objeto de la organización).

En la figura  podemos apreciar también  que la ideología lo engloba todo. Para Mintzberg la ideología representa la cultura de la organización, es decir, las creencias y tradiciones, el acervo del organismo que tiene una indudable influencia en la forma en que se trabaja en la entidad.

Mintzberg identifica dentro de esta estructura tres flujos de información claramente diferenciados:
  • El flujo de trabajo de operaciones  que atraviesa el núcleo de operaciones y corresponde a las funciones de “input”, de proceso de transformación y de “output”.
  • Los flujos verticales de información y de toma de decisiones que subiendo desde el núcleo de operaciones y atraviesa la cadena de autoridad hasta el ápice estratégico.
  • El flujo de información de staff que comunica la línea intermedia y el staff cuyo fin consiste en proporcionar la información y asesoramiento de staff a las decisiones de la línea.

En paralelo a este sistema de comunicaciones oficiales existe un conjunto de comunicaciones informales que son esenciales para el funcionamiento de la organización de las que ya hablé en el artículo “la ley de la velocidad de las comunicaciones”. Este conjunto de comunicaciones informales establece pequeñas constelaciones de conexiones que al final actúan como una estructura paralela al organigrama oficial de la organización.




Resumiendo mucho las tesis de Mintzberg, a partir de los atributos mencionados[i] y  del entorno en el que la organización ha nacido y crecido, elabora los distintos tipos de configuraciones que una organización puede adoptar. Como indica el propio Mintzberg es “un conjunto de configuraciones como una tipología de formas ideales o puras, cada una de las cuales es una descripción de un tipo básico de estructura organizativa”, y añade un poco más adelante, “no hay estructura (real) que se ajuste perfectamente a una configuración, pero a algunas les falta realmente poco”. Lo interesante de Mintzberg es que las organizaciones se ven atraídas por una de las configuraciones en busca de una armonía interna de su estructura. Lo que quiere decir que de alguna manera las organizaciones reales buscan su sitio entre las configuraciones ideales, algo así como un personaje en busca del autor.

Estos tipos de configuraciones son: la estructura simple, la burocracia maquinal, la burocracia profesional, la forma divisional y la adhocracia[ii].

Esta es una de las partes más curiosas de este modelo, Mintzberg adapta el gráfico de su modelo de empresa a cada una de las tipologías, como indica la figura siguiente:

Modelos de organizaciones
  
La estructura simple, es eso, simple, informal, flexible. Son empresas pequeñas y medias en que las actividades giran alrededor del director general que realiza la supervisión directa de los empleados. A este esquema responde desde una tienda de zapatos hasta una empresa de decenas de empleados que carecen de staff o de tecnoestructura.

En el caso de la organización divisional o diversificada se presenta una estructura basada en divisiones autónomas, cada de ellas con una estructura propia, débilmente acopladas bajo una dirección administrativa única. Es típica de organizaciones grandes con varias sedes administrativas. Sería una empresa u organización compuesta por empresas u organizaciones de menor tamaño. Las multinacionales son un claro ejemplo de forma divisional.

La adhocracia (del latín ad hoc = para esto o para este fin) significa cualquier estructura altamente flexible capaz de adaptarse continuamente a las condiciones cambiantes del ambiente. Es una organización fluida, descentralizada, de equipos multidisciplinarios coordinados mediante adaptación mutua, con directivos integradores y estructura matricial. En este tipo de organización se fomenta la innovación por lo que suele presentarse en el mundo de la alta tecnología. Este tipo es especialmente interesante, ya que podríamos ponerlo como lo opuesto a la burocracia.

Bien y llegamos a la burocracia maquinal. Es el mismo concepto de burocracia que describió el gran sociólogo alemán Max Weber, por lo tanto en este tipo de organizaciones, se da una proliferación de reglas, normas y comunicación formal. El poder de decisión está centralizado en el ápice estratégico y posee una elaborada estructura administrativa, en la que destaca la tecnoestructura debido a la importancia que tiene la normalización en estas organizaciones.

Uno de los principios de Mintzberg – comprobados empíricamente – es que cuando mayor es la edad de una organización[iii] más formalizado es su comportamiento. Así que, de partida, una organización con burocracia maquinal no suele ser una organización joven. Su trabajo de operaciones es rutinario, generalmente sencillo y repetitivo, y, debido a ello, los procesos de trabajo están muy normalizados.

Mintzberg hace hincapié también en la obsesión por el control en todos los niveles jerárquicos, intentando eliminar toda incertidumbre posible para que la máquina burocrática pueda funcionar con regularidad.

Según Mintzberg pertenecen a este tipo de configuración una oficina de correos, una agencia de seguridad, una empresa siderúrgica, una prisión, unas líneas aéreas, un gran fabricante de automóviles. Hay que pensar que Mintzberg es canadiense y la estructura del Estado anglosajón es diferente de la que percibimos en nuestro país, por eso yo añadiría a estos ejemplos los departamentos ministeriales.

En cambio, para la última de las configuraciones que vamos a ver – la burocracia profesional – pone como ejemplos las universidades, los hospitales, centros escolares, empresas de contabilidad y de producción artesanal. Todas cuentan con las habilidades y los conocimientos de profesionales operativos para funcionar y todas producen bienes y servicios normalizados. Yo añadiría a esta lista aquellos organismos públicos que tienen una fuerte dependencia de un cuerpo profesional, por ejemplo, algunos ministerios con un cuerpo directivo de funcionarios propio se pueden encontrar en la frontera entre las burocracias maquinal y profesional.

Por tanto, la burocracia profesional cuenta para su coordinación con la normalización de las habilidades profesionales y con el adoctrinamiento[iv]. Contrata a especialistas debidamente preparados y adoctrinados – profesionales – para su núcleo de operaciones, confiriéndoles a continuación un control considerable sobre su propio trabajo.

Esta configuración tiene naturaleza burocrática por el uso de normas que predeterminan lo que hay que hacer. Se diferencia de la burocracia maquinal en que ésta genera sus propias normas mediante su tecnoestructura y que los operarios deben cumplir en el núcleo, en cambio, en la burocracia profesional las normas surgen fuera de su propia estructura, en las asociaciones profesionales que reúnen a los operarios con sus colegas de otras burocracias profesionales[v]. La burocracia maquinal recurre a la autoridad de naturaleza jerárquica mientras que en la profesional se hace hincapié en la autoridad de naturaleza profesional, en el poder del experto.

Es bastante común ver a profesionales también en su ápice estratégico, estamos acostumbrados a ver a médicos dirigiendo hospitales en vez de gestores económicos. Esto se debe a que los profesionales no sólo controlan su propio trabajo, sino también aspiran a tomar las decisiones administrativas que les afectan. En muchos casos esto plantea problemas por lo que muchas burocracias profesionales tienen una doble jerarquía paralela formada por profesionales del ramo de la organización y otros de gestión pura no pertenecientes a dicho ramo.

Es muy difícil resumir los libros de Mintzberg en unas pocas líneas, me dejo cosas importantes en el tintero, pero claro necesitaría un libro entero para explicar con detalle toda la teoría “mintzbergiana” y para eso están ya los originales. Sin embargo, creo que he puesto lo más importante sin perder demasiado por el camino. Si he conseguido picaros la curiosidad os ánimo a seguir leyendo por vuestra cuenta, aparte de los libros del propio autor, hay muchos artículos en Internet en “pdf” que, por no estar limitados por el formato web, amplían lo que aquí he reflejado.

Todos conocemos organizaciones que se ajustan más o menos a los modelos, a mi me gusta – cuando trabajo con empresas y voy conociéndolas según avanzan los proyectos – identificarlas con las estructuras de Mintzberg. En caso de la organización en la que trabajo, como ha quedado ya claro en muchos artículos en este blog, se trata de una burocracia maquinal como la copa de un pino. Pero a veces no sé si es maquinal de máquina o de maquinación.


Juan Carlos Barajas Martínez
Sociólogo




[i]  Mintzberg usa también otros atributos como los parámetros de diseño, el entorno y la historia de la organización que no he incluido aquí para no extender el artículo más allá de lo razonable.

[ii] En libros posteriores, Mintzberg desarrolla dos estructuras organizativas nuevas, la organización ideológica o misionera y la organización política, pero a mi me parece que más que nuevos tipos de estructura son dos formas de relación con el entorno. Por ejemplo en el primer caso, las organizaciones misioneras, son organizaciones basadas en un sistema rico de valores y creencias, pero esto puede serlo una organización simple o una burocracia, por lo tanto no veo tan claro que se trate de una nueva estructura y como el artículo ya va quedando largo no voy a entrar a tratarlas.
[iii] También pasa, según Mintzberg con el tamaño de la organización, a mayor tamaño mayor formalización en su comportamiento
[iv] Este adoctrinamiento se produce desde la universidad y se fomenta en organizaciones profesionales, instituciones como los colegios profesionales en España
[v] Si se contempla la figura de las configuraciones se puede observar el tamaño reducido de la tecnoestructura de la burocracia profesional


Bibliografía

La estructuración de las organizaciones
Henry Minztberg
Ariel Economía
Barcelona 6ª reimpresión 1999

Profesor Carlos Ramírez Guerra
Escuela de Gobierno, Gestión Pública y Ciencia Política
Instituto de Ciencia Política
Universidad de Chile

Juan Carlos Barajas Martínez
Sociología Divertida, artículos divulgativos

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A un tiro de piedra de la vejez


El álamo de Miraflores en los '70

En el centro del pueblo
quedaba el árbol grande.
Era una plaza mínima,
pero el árbol viejísimo
la desbordaba entera.
Las casas bajas como animales tristes
a su sombra dormían. Creeríase
que a veces levantaban una cabeza, alzasen
una noble mirada y viesen aquel cielo de verdor
que hacía música o sueño.
Todo dormía, y vigilante alzaba
su grandeza el gran álamo.
Diez hombres no rodearían su tronco.
¡Con cuánto amor lo abrazarían midiéndolo!......


Vicente Aleixandre, El Álamo



La mayoría de los recuerdos de mi infancia están relacionados con los veraneos de mi familia en Miraflores de la Sierra, un bellísimo pueblo que descansa en las laderas del Pico de la Pala en la Sierra de Madrid.

Aquellos veranos eran eternos, de finales de junio hasta principios de octubre. Mi padre y mi tío Rafa iban y venían a Madrid a trabajar en el “cuatro latas[i]” y mi madre, mi hermano Antonio y yo permanecíamos al fresco de la sierra en una casita muy apañada de tres habitaciones.

Mi única preocupación era no aburrirme. Estaba todo el día de arriba abajo, jugando al fútbol con el balón de reglamento – el mayor bien que podía tener entonces un niño -, jugando al fútbol con mis equipos de chapas, jugando a la Vuelta Ciclista a España con mis equipos de chapas, cazando mariposas con el cazamariposas en los alrededores del río, jugando con el tirachinas a darle a los buzones y, los días de lluvia, a jugar al Monopoly o al Palé en casa de alguien. Jugaba todo el día mientras la música de los Brincos, los Bravos o, su versión anglosajona los Beatles, salía de las casas, de los picús[ii] o de los tocadiscos o de los comediscos, donde los hermanos mayores organizaban sus guateques.

Recuerdo la paz, la tranquilidad del mediodía cuando todos nos íbamos a comer, la siesta - que me negaba a tomar pero a la que la zapatilla de mi madre me reconducía convenientemente - pero, sobre todo, recuerdo la luz. La luz brillando reflejada en el espejo de las aguas del río, en las hojas de los árboles, en los tejados, una luz que ahora no soy capaz de ver, que sólo está en mi memoria y, dado que el Sol no debe de haber cambiado, el que debe haber cambiado soy yo. Mis ojos no deben ser ya capaces de captar esa luz. La explicación debe ser que he envejecido y ya disto mucho de ser un niño, ya tan sólo estoy a un tiro de piedra de mi vejez.

Creo que fue el filósofo francés Henry Bergson el que distinguía entre el tiempo matemático y el tiempo vital. El tiempo matemático es una sucesión de instantes discretos, separados a intervalos que puedes hacer tan pequeños como te permitan las matemáticas y los instrumentos de medida pero intervalos al fin y al cabo. Una visión parcial de la realidad descrita en las ecuaciones de la mecánica, en las que recibe el nombre de “t” y no tiene sentido real en la vida de las personas, apenas para saber que tardarás dos horas entre Madrid y Zamora a 125 Kmh o que un tren que parta de Barcelona a una determinada velocidad se cruzará en punto kilométrico concreto con un tren que parta de Madrid a otra velocidad. En cambio el tiempo vital, lo que don Henry llamaba duración, es maleable, inconstante pero contínuo, un rato largo puede hacerse corto y un segundo puede durar una eternidad.

Yo estoy de acuerdo con Bergson, medimos el tiempo con relojes pero vivimos el tiempo con los sentidos. En la infancia y en la juventud los días se hacen largos, tu vida es la búsqueda de la diversión con la esperanza de pasar cuanto antes ese tiempo y hacerte mayor. Una vez eres mayor ruegas al cielo que el tiempo no pase, pero el cielo no tiene clemencia y el tiempo pasa a una velocidad atroz. Sin embargo, el reloj avanza siempre con los mismos pulsos segundo a segundo.

Una vez superas la infancia y entras en la juventud, tu cuerpo te desborda, pletórico de fuerza y potencia, cada vez que hinchas los pulmones la vida entra en cada célula de tu cuerpo y se explaya más allá de tu corporeidad. No cierras las puertas, das portazos; no subes las escaleras, las saltas; no andas, corres. Aunque no lo reconoces te crees inmortal, o casi, en todo caso, a las Parcas las ves de lejos. Y haces locuras, el grado de éstas depende de tu sensatez natural y de la educación recibida, pero todos – a nuestro modo y manera – hacemos locuras.

Hacia los treinta sientas la cabeza, las locuras quedan de repente atrás y, si tienes suficiente salero, encuentras a la chica perfecta o la que al menos lo parece. Aunque no lo notas tu cuerpo ya no está tan pletórico, cuando llenas los pulmones alguna célula se queda abandonada. Una ligera curva asoma en la barriga y, lo definitivo que marca el comienzo de la decadencia, cada vez que te sientas o te levantas la operación viene acompañada de un leve quejido, ¡ah!.

Es época dorada en el trabajo, cuando todavía te gusta y empiezas a hacerte un nombre en tu profesión, cuando asciendes y piensas que siempre será así, cuando viajas por el mundo si puedes, cuando te compras el coche que recordarás el resto de tu vida.

Los hijos comienzan a venir y, con ellos, aparte de la responsabilidad, viene un medidor de tu edad perfecto e insobornable, más que el reloj y el calendario juntos. Los ves crecer y sospechas que en la misma medida tu te desgastas.

Te empieza a clarear la cabeza y parece que los pelos que comienzan a faltarte arriba se desplazan a zonas de tu cuerpo que no deberían tenerlos, las orejas, las cejas, las fosas nasales. Luchas contra ellos pero intuyes que a la larga perderás la guerra.

Los cuarenta te sorprenden con la necesidad de tomar alguna pastilla diaria. Ya no sólo dices ¡ay! al sentarte. Cada vez que te levantas de la cama necesitas de cierto período de adaptación para que las vértebras encajen después de una noche de descanso y la columna te sujete. Ya no aguantas igual la bebida ni las grandes cenas. A las once ya tienes sueño.

En el trabajo ya no es tan fácil ascender. Ya te has hecho un nombre en la profesión y ya no sorprendes a nadie. Echas de menos aquel coche que una vez te compraste y tuviste que cambiar por viejo. Los hijos siguen creciendo y tu menguando.

Con los cincuenta vienen las primeras operaciones. Te dicen que no son graves pero tu no te fías, vas al quirófano porque no queda otra. Sabes que la cirujía es el arte de infrigirte heridas mortales de forma controlada con fines curativos y, claro, la idea no te gusta nada. Sales de esas, ¡la medicina ha avanzado tanto!.

Cuando te levantas siempre te duele algo y, según dicen, si no te duele nada es que estás muerto. Así que agradeces el dolor.

En el trabajo tienes un jefe mucho más joven que tú. Tanto, que tienes la tentación de decirle “hola chaval”. Al final cedes a la tentación y se lo dices. Y no es falta de respeto, ¡es que es tan joven!.

Y tus hijos. Ya no puedes competir con ellos. Son atletas que cada vez que hinchan los pulmones llevan la vida a cada una de las células de su cuerpo. Su fuerza supera su corporeidad. Te cabreas porque dan portazos, suben los escalones de dos en dos y, en vez de andar, corren. Y ves su tendencia a las locuras y tiemblas por ellos, porque sabes que se la pegarán, porque tu las ves venir pero ellos no.

Y en estas estoy, no puedo hablar más por experiencia pero, cuando miro al futuro sólo veo nubarrones. Tengo la sensación de que viene lo peor. Es ley de vida. Pero, además, ¡es que hay tanto cabrón por ahí suelto!, el gobierno, la Merkel, el BCE, el FMI, el sistema atroz en el que vivimos. ¡Tanto cabrón que me niega una vejez tranquila!, con mi pensión y mi sanidad decente, que no puedo más que verlo todo negro.

Y supongo que me acomodaré en medio de mi familia y de mis amigos – los de verdad – a aguantar el temporal que se avecina. Esas son mis armas secretas, no me cogerán desprevenido ni sin ganas de luchar.

En la parte de arriba de Miraflores había un árbol centenario, un álamo[iii] que llenaba una plaza – la plaza del Álamo claro está -, que sobresalía por encima de las casas y que era enorme. No se sabe quién o qué era más famoso, si el árbol o el pueblo. Ese árbol, si hubiera tenido capacidad de hablar, habría dicho algo de lo que muy pocos árboles pueden presumir, que todo un premio Nobel de literatura – Vicente Aleixandre – le había dedicado un poema. El árbol a los ojos de todos era eterno. Los lugareños no podían encontrar un antepasado, ni por conocimiento ni por referencia, que no hubiera conocido el árbol ahí plantado en el centro de la plaza, nadie recordaba ni por referencias quién lo había plantado[iv], de hecho, era más viejo que la plaza que se había hecho a su alrededor. Sin embargo, una enfermedad que se llevó por delante a la mayoría de álamos y olmos, acabó con él en 1990. No era eterno, nada lo es, todo envejece, todo se consume y desaparece, y es terrible tomar conciencia de ello, porque yo ya me encuentro a un tiro de piedra de la vejez.



Juan Carlos Barajas Martínez

Dedicatoria
Al pueblo de Miraflores de la Sierra, el pueblo en el que se quedó a vivir para siempre mi infancia y los ecos de las voces de mi padre, mi madre y mi hermano 

El Álamo a finales del siglo XIX o principios del XX

El Álamo en los años ’60, ¡cuantos paquetes de pipas de a peseta habré comprado en ese puesto blanco!


El Álamo en la actualidad, el tronco embalsamado en barniz y convertido en escultura

Notas

[i] El cuatro latas era el nombre que recibía el Renault 4, que entonces era 4L, de ahí lo de cuatro latas y por el ruido que hacía el coche al pasar de 80 Kmh, que era ya una velocidad respetable.
[ii] Picú era la forma castiza de decir Pick-up, una especie de tocadiscos. Si, esos de vinilo, con sus singles a 45 rpm
[iii] En realidad, según los botánicos, se trataba de un olmo.
[iv] La hipótesis más probable es que fuera plantado en la segunda mitad del siglo XVIII. Al parecer Carlos III dio la orden de plantar un árbol ornamental en todos los pueblos del reino.


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