El rebelde desconocido, el mártir de Hangzhou y la emergencia de China


Un  peuple n’existe que par le sentiment qu’il a son existence. Il y a trois cents millions de chinois ; mais ils ne le savent pas. Tant qu’ils ne seront pas comptés ils ne compteront pas.
Anatole France (Sur la pierre blanche)1



Llevaba casi dos semanas trabajando en Caracas, estaba cansado y echaba de menos a mi novia, a mi casa y a mi Madrid. Me había recogido en el hotel muy pronto, me había despedido de mis compañeros después de cenar y me había ido a mi habitación mientras ellos iban camino del bar a ver a una camarera que, aparte de ser una auténtica belleza caribeña, hacía unos cubalibres memorables.

Nada más entrar en la habitación encendí la televisión para que me hiciera compañía. Me dí un baño y me puse el pijama sin prestar atención a la pantalla pero, de repente, fijé la mirada en la tele, algo me llamaba poderosamente la atención, una columna de tanques enormes quedaba detenida por un ciudadano chino. Recuerdo que aquel hombre llevaba una bolsa en cada mano que no soltó en ningún momento, daba la espalda a la cámara, no había nada de violencia en su actitud sólo firmeza. El carro de combate giró a derecha y a izquierda para pasar por el lado del ciudadano, pero aquel valiente se volvía a poner delante del tanque impidiéndole el paso. No conforme con ello, acabó por subirse al tanque y, aparentemente, se dirigió al tanquista por la tronera, supongo que para convencerle de que no obedeciera las órdenes y no reprimiera a su pueblo. Todo esto ocurría en junio de 1989 durante la revuelta de la plaza de Tiananmen.

En aquel momento me dí cuenta de que estaba asistiendo a una de las imágenes del siglo XX y que no sería la última vez que iba a verla. Aquel ciudadano chino representaba a un pueblo resistente, era en sí mismo un símbolo de libertad, de valor, de firmeza.

Nunca se llegó a saber quién era aquel hombre, se le llamó el rebelde desconocido. Fue fotografiado y filmado al menos por tres periodistas occidentales desde un hotel cercano en la “Gran Avenida de la Paz Eterna” a 200 metros de la plaza. En pocas horas las imágenes dieron la vuelta al mundo y llegaron a Caracas, en donde, a aquel joven que entonces era yo se le quedaron grabadas en la retina y en la memoria. Aquellas imágenes quedarán siempre  indisolublemente unidas a los acontecimientos de Tiananmen. Unos días después la revuelta fue reprimida y se perdió la única oportunidad de democratización que ha habido en China hasta el momento. ¡Qué bien le habría venido al pueblo chino!, y por extensión, a todos los demás pueblos de la Tierra.

Pasados unos meses, en noviembre de 1989, cayó el Muro de Berlín. Con él cayeron, como fichas de dominó, todos los regímenes comunistas europeos incluyendo la casa matriz del invento, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Con ello se nos apareció el capitalismo como sistema triunfante y único posible para todos los pueblos de la Tierra y, los Estados Unidos, como único superpoder sobre el planeta. Aunque algún listillo dijo que era el fin de la historia, lo que realmente pasaba es que comenzaba la era del pensamiento único.

Los dirigentes chinos debieron pensar eso porque se abandonaron a la molicie del capitalismo salvaje manteniendo el gobierno del Partido Comunista Chino, lo que es todo un ejercicio de malabarismo político2, de tal forma que en teoría es la patria de los trabajadores y en la práctica hacen las delicias de los más rancios teóricos del liberalismo del “laissez faire, laissez passer”.

Durante los años ´80 se había declarado una lucha sorda en la cúpula del Partido Comunista Chino entre los llamados “conservadores”, que querían mantener el espíritu maoísta, y los liberales, partidarios de una liberalización económica. El equilibrio entre ambas tendencias se rompió a favor de los “liberales” gracias a la revuelta de Tiananmen y a los procesos de democratización en la Europa del Este. Los dirigentes chinos decidieron que no les iba a pasar lo mismo que a sus colegas europeos. No habría un Ceaucescu en China.

Cuatro años después, mi mujer y yo, andábamos pensando en tener familia. Decidimos hacer un gran viaje pues sabíamos que con un bebé, los grandes viajes por el mundo se acababan. Yo era partidario de un viaje en plan “road movie-route 66-Jack Kerouac” por Estados Unidos, mi mujer quería un viaje a China. Como en nuestro hogar suelo tomar yo las decisiones importantes, acabamos en China.


Y no me arrepentí pues fue un viaje maravilloso. Visitamos la plaza de Tiananmen y la aledaña Ciudad Prohibida, pude pasear por la Avenida de la Paz Eterna en dónde el rebelde desconocido protagonizó su gesta y les hicimos a las guías las correspondientes preguntas sobre la revuelta que fueron oportunamente dejadas sin contestación. Visitamos la Gran Muralla, en donde – ante la magnitud de la obra - no pude evitar pensar en el trabajo esclavo de generaciones de obreros y nos quedamos extasiados delante del ejército fantasma de los soldados de terracota. Anduvimos por las calles de Xian, de Luoyang, de Nanking, de Suzhou, y llegamos a Hangzhou.


Situada a 180 Km al sur de Shanghai, Hangzhou es una preciosa ciudad a orillas de un lago maravilloso al que van a dar viejas colinas cultivadas, casi en su totalidad de plantas del té verde. Es una localidad turística, el sitio preferido de las parejas chinas para sus viajes de luna de miel. Tiene también balnearios, aunque no estoy seguro de que sea la palabra justa, son balnearios al estilo chino, no esos edificios decimonónicos de aguas termales que tanto gustan en Europa. Y tienen laboratorios farmacéuticos, aunque tampoco estoy seguro de que lo sean al estilo occidental, de farmacia tradicional china.

En aquella época se estilaba mucho llevar a los grupos de turistas, convenientemente escoltados por dos guías oficiales de la única agencia de viajes china - de propiedad estatal por supuesto -, a visitar fábricas en las que comprobar el altísimo nivel de calidad de la producción del país. Dicho de otra manera, nos chupamos como diez u once fábricas durante el viaje. Supongo que hoy en día la cosa será diferente.

Así que el segundo día de estancia en Hangzhou, ya tarde, nos llevaron a uno de esos laboratorios, ya no recuerdo el nombre pero el guía nos dijo que era también un balneario, adónde había ido el presidente Nixon a tomar unas aguas. Me temo que no le creí, era el decimoctavo día de viaje y había oído muchas leyendas y cuentos chinos, mi grado personal de credulidad estaba bajo mínimos.

Nos sentaron cómodamente en una especie de aula, un señor – que nos hacía múltiples reverencias orientales– empezó a explicarnos las virtudes de sus medicamentos mientras nuestro guía hacía una traducción simultánea. Dormitábamos todos entre la pomada del tigre y el bálsamo del dragón, cuando el orador se puso a hablar del producto estrella de su laboratorio, una pomada maravillosa que curaba de manera instantánea las quemaduras. Al parecer aquel bálsamo de Fierabrás, si te lo aplicabas inmediatamente después de quemarte tenía un efecto anestésico, evitaba la creación de ampollas y permitía una rápida regeneración de la piel. Y como para muestra vale un botón, él iba a proceder a quemarse a continuación, luego se aplicaría la pomada y todos podríamos comprobar los resultados.

Creo que todos nos despertamos de golpe. Diversas voces dijeron que no hacía falta que nos lo creíamos. El señor hizo una reverencia, nos dio las gracias, que los españoles éramos muy amables pero que era su obligación y tenía que quemarse. Yo le dije que de quemarse nada, al menos, siendo nosotros la excusa, que si pretendía vendernos era el peor de los caminos. Volvió a hacer la reverencia y repitió los mismos argumentos, algo que los chinos hacían entonces – no sé ahora – cuando hacías preguntas incómodas o les llevabas la contraria. En un momento dado, un compañero que se sentía estafado por el guía en el cambio de moneda, argumentó que aceptaba la quemadura si se la hacía éste en vez del representante del laboratorio. El guía se puso lívido, sólo acertaba a decir: “yo no, yo no”. Una señora muy sensata le dijo que nos diera unas muestras, que una vez en España, si por accidente nos quemábamos y usábamos su pomada y daba tan buenos resultados como decía, podía dejar de preocuparse que removeríamos el cielo y la tierra para conseguir su bálsamo. Tampoco este razonamiento era válido para él. Al final, después de unos minutos de discusión que iba tomando cada vez un carácter más violento – a mi me pareció por un momento que le íbamos a librar de la quemadura pero a cambio de darle una paliza -, tuvimos que ponernos farrucos e irnos. Esperamos en el autobús al confuso guía que discutía con varios miembros del personal del laboratorio en la puerta del edificio.

Ya en marcha, le pregunté al guía si hacían siempre este numerito. El me dijo que sí y que otros grupos no eran tan combativos como nosotros, que era la primera vez que un grupo impedía que un empleado se quemara. Tampoco me lo creí, aquel hombre me parecía un poco farsante.

Aquel mártir, o cuasi mártir pues impedimos su sacrificio, me ha parecido siempre una metáfora sobre el dumping social en China. ¿Qué trabajador en España estaría dispuesto a hacerse una quemadura de manera consciente con el fin de promocionar un producto?. Contra esa disposición no podemos competir…… gracias a Dios.

Esa es precisamente la ventaja esencial de China para ser competitiva. Tener un ejército de reserva de trabajadores3 que aceptan condiciones infrahumanas4, sueldos bajos, horarios esclavizantes. Aceptan quemarse para vender pomadas porque saben que si no lo hacen vendrá otro de la reserva a ocupar su puesto que si aceptará. Y si no habrá otro y otro, son 1.300 millones de habitantes.

Lo barato de la mano de obra, la difusión de la tecnología que hoy llega a cualquier parte del mundo, el ahorro en los costes de la calidad, no tener en cuenta para nada el medio ambiente hace que los costes de producción sean muy bajos y que el producto chino sea muy asequible. La economía global pone el resto, las redes de comunicaciones, la reducción de aranceles, etc. Cuentan además con una gran red distribución con miles de tiendas alrededor del mundo. Y una vez se han capitalizado, han entrado en el mundo financiero con sus fondos soberanos y privados y con la compra de deuda pública de Estados Unidos y de otros países occidentales entre los cuales nos encontramos.

China ha crecido en PIB una media de un 10% en los últimos 20 años, pero este crecimiento no ha venido acompañado de una distribución de la renta que atajara la desigualdad social de la que fui testigo hace 18 años, a pesar de que los dirigentes chinos han reconocido el problema y llevan varios años elaborando planes de redistribución.

Es más, en un mundo globalizado, hay un efecto bumerán y esta situación muy probablemente sea en parte responsable de la pérdida de bienestar en los países occidentales, cuyas clases trabajadoras y sus clases medias han sufrido recortes en los salarios, en sus sanidades y servicios públicos en aras de conseguir una mayor competitividad.

¿Cómo resolver el problema?. ¡Ay amigo ahí está lo difícil!. Supongo que habría que empezar por someter el comercio internacional a los principios del comercio justo, como son, entre otros, el rechazo a la explotación infantil, la igualdad entre hombres y mujeres, el trabajo con dignidad y respeto a los derechos humanos, precio acorde con unas condiciones de vida dignas para los trabajadores, preocupación por el medio ambiente y control de calidad. Puede que perdiéramos esas gangas que encontramos en las tiendas chinas pero al final me da la sensación de que ganaríamos todos. Ellos y nosotros.

Pero no me hago ilusiones. Habrá que esperar a que los propios chinos – recuperando el espíritu del rebelde desconocido y rechazando el valor servil del mártir de Hangzhou - digan: ¿quemarme yo?, ¡cómo no se queme tu padre!. Si no, acabaremos quemándonos nosotros.

Juan Carlos Barajas Martínez


Notas:

1 Traducción de la cita de Anatole France: Un pueblo no existe más que por el sentimiento que tiene de su propia existencia. Hay trescientos millones de chinos, pero no lo saben. Mientras no se cuenten, no contarán.

2  En Nanking tuvimos como guía a un profesor de español de la universidad de esa ciudad. El profesor se nos ofreció a contestar todas las preguntas que quisiéramos formularle. Yo le hice dos. La primera sobre cómo había vivido él la Revolución Cultural y nos hizo una descripción de un período de auténtico terror. La segunda pregunta que le hice está más relacionada con el tema del artículo, le dije que si no consideraba que era una contradicción un sistema económico capitalista con un gobierno comunista en un régimen de partido único. Por toda respuesta me dijo que los occidentales pensamos que sólo nuestras formas de gobierno son válidas y que no dejamos a las demás culturas de la tierra buscar sus propias vías. Aún estando de acuerdo en que somos eurocentristas, no contestó en realidad a la pregunta.

3 Carlos Marx acuñó el término “ejército industrial de reserva” si quieres más información puedes mirar aquí


4 Tuvimos otro ejemplo de esto en la visita a otra fábrica. Estaba en las cercanías de Pekín y se dedicaba a la fabricación de seda. Pudimos observar, pues te lo enseñaban sin ningún recato, como las operarias cogían puñados de capullos de seda, los metían con sus manos en una cubeta a 80º centígrados, pasado un rato los sacaban y los metían en otra cubeta a 40º, los dejaban un rato y los metían en una cubeta de agua fría. Aquella fábrica era sobrecogedora, eran cientos de operarias en unas naves enormes y se dedicaban toda la jornada laboral a hacer esto sin guantes, sin ningún tipo de protección. Le pregunté a la guía si no caían enfermas y, por una vez me contestó sinceramente a una pregunta incómoda, me dijo – con la mirada perdida en el vacío – que a los cuarenta años todas estaban enfermas de algún tipo de reumatismo.

Enlaces interesantes:

Vídeo del rebelde desconocido

Sobre el rebelde desconocido

Sobre la revuelta de Tiananmen

Sobre el crecimiento de la economía china

Sobre China como potencia emergente

Sobre Hangzhou


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20-N Elecciones Generalísimas

La salud de la democracia, cualquiera que sea su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario

                                                                                                José Ortega y Gasset (La rebelión de las masas )

Mucho éxito ha tenido en nuestra prensa el bautizar las próximas elecciones generales como generalísimas aprovechando la fecha en que se van a celebrar, el próximo 20 de noviembre fecha de la muerte de Franco, y el título que ostentaba de generalísimo de los tres ejércitos.

La verdad es que si hay la sensación de que van a ser especialmente importantes dada la situación de España - acosada por la barbarie financiera - de manera que, más que generales, las elecciones se nos aparecen como generalísimas. Pero se refiere al acto en si envuelto en la fatalidad de la crisis porque, por otro lado, parece que todo el pescado está vendido y que van a resultar con un triunfo más que holgado del Partido Popular.

La ciencia política en España lo tiene relativamente fácil - nada que ver con Bélgica o Italia que son políticamente  muy complicadas -   para el estudio del sistema político, desde hace unos veinte años padecemos de un bipartidismo imperfecto. El término imperfecto no tiene relación con los partidos, aunque evidentemente lo son, sino porque existe un grupo de partidos minoritarios, algunos de implantación regional, que sirven de bisagra en la formación de mayorías. Un bipartidismo perfecto sería el sistema de partidos de los Estados Unidos en donde los terceros en discordia no cuentan para nada, ya que no tienen ninguna representación parlamentaria, aunque haberlos si que los hay, incluso tienen un Partido Comunista con una entrada en la Wikipedia y una página Web propia.

Además el comportamiento electoral sigue un patrón que se viene repitiendo y que pasa porque el Partido Popular cuenta con una masa fiel de votantes que ronda los 10 millones. De esta manera en 2000, obtuvo 10.300.000 votos y logró la mayoría absoluta, en 2004, obtuvo 9.760.000 y perdió, y en 2008, 10.030.000 y volvió a perder. En cambio el Partido Socialista, dentro de que también tiene su público fiel, ha tenido subidas y bajadas importantes, en 2000, obtuvo casi 8.000.000 votos y en 2004, 11.000.000. Esos votos de menos no se transfieren, o se transfieren en baja proporción a otros partidos, en su mayoría van hacia la abstención. Luego el escenario electoral que se repite en las últimas legislaturas es que  el Partido Popular mantiene su público y es el Partido Socialista el que gana o pierde las elecciones.

Según los expertos en sociología electoral las campañas tienen una influencia limitada, ya que es seguida sobre todo por los electores con mayor compromiso e interés político. Si esto es así y, dado que las encuestas favorecen con amplitud al Partido Popular, no tendría que haber sorpresas y la única cuestión a dilucidar es si alcanzará la mayoría absoluta o no, o como llega a aventurar alguna que otra encuesta, si llegarán a obtener las 3/5 partes de los escaños. Ya veremos, porque las encuestas son encuestas y no elecciones y porque todavía a fecha de hoy hay un 24% de electores que votaron socialista y ahora se encuentran indecisos.

En los actuales comicios existen singularidades que no se han producido anteriormente, o bien, situaciones que no han sido comunes en las elecciones que se han ido celebrando desde la dictadura de Franco.  Hemos de retrotraernos a las elecciones de 2004 – ya que las de 2008 fueron “normalitas” – para encontrar singularidades de parecido calibre aunque el escenario sea completamente distinto.

En aquella ocasión el contexto político durante la legislatura había sido relativamente normal, pacífico – con la excepción de la protesta contra la guerra de Irak, el vergonzoso asunto del accidente del Yakovlev  y el hundimiento del “Prestige” -, el juego fue más o menos disputado o competido entre los partidos pero sin salirse, según los especialistas, de la normalidad.

Una característica singular es que, por primera vez, el presidente del gobierno que convocaba las elecciones no concurría a la reelección. En las presentes elecciones vuelve a pasar lo mismo. En aquel momento se habló de que no fue Rajoy sino Aznar el que perdió las elecciones y ahora también ocurrir otro tanto con Zapatero y Rubalcaba.

Las encuestas daban el triunfo al partido del gobierno pero, a medida que se acercaba la fecha de las elecciones, la mayoría de los sondeos indicaban una reducción de la distancia socialista respecto al Partido Popular, algunas de ellas daban empate técnico, aunque ninguna avanzaba una victoria socialista.

En estas ocurrieron los atentados del 11 de marzo. El gobierno saliente del Partido Popular hizo una gestión desastrosa de la información durante las horas siguientes al mismo. Todos los expertos coinciden que este hecho atroz sesgó el resultado electoral, ya que se movilizó parte del electorado de izquierdas que se iba a abstener.

En las presentes elecciones los problemas han sido de otra índole pero también influyen – como dicen los norteamericanos – de manera dramática, después de casi 8 años de gobierno, los tres últimos  en una crisis económica tremenda, el presidente Zapatero y su Gobierno se han desgastado enormemente, hasta el punto de que le ha obligado a anunciar que no se presentará y a adelantar cinco meses la consulta electoral cuando su intención había sido agotar la legislatura.

Porque a ver qué Gobierno aguanta la catarata sin fin de casi 5 millones de parados que pesan como 5 millones de losas. A esto hay que añadir errores graves como no reconocer que lo que se nos venía encima no era una desaceleración sino una crisis galopante y, además, no hacerlo hasta el último minuto. El abuso de políticas gestuales como el cheque bebé. Proponer paquetes de medidas que parecían improvisadas y corregirlas a continuación dando la sensación de dar bandazos, la política probablemente sea el arte de la improvisación pero no tiene que notarse. En general, el Gobierno ha suspendido con muy mala nota la asignatura de explicar el porqué de sus actos.

Pero, con todo, lo peor ha sido realizar una política más o menos keynesiana y, de un día para otro, girar 180 grados y aplicar durísimos recortes en salarios, pensiones y políticas sociales. El presidente ha dado una imagen no desmentida de ser muy duro con débiles y muy flojo con los fuertes y eso es lo que peor puede sentar al electorado de izquierdas. Sé, o mejor dicho intuyo como todos, que las medidas han venido impuestas por Bruselas, Berlín, París, Washington – Obama llegó a llamarle por teléfono para presionarle- y el Fondo Monetario Internacional; pero quizás él debía haber cogido el toro por los cuernos y habérselo explicado a los ciudadanos, haber dicho que España ha ido perdiendo importantísimas cotas de soberanía  a favor de la Unión Europea, sobre todo en Economía, y el margen de maniobra para una política económica autónoma es más bien escaso. También debería haber exigido a todos los sectores sacrificios por igual. A lo mejor no le iría tan mal como ahora.

Y, mientras tanto en la sombra, Rajoy un tipo gris y mal valorado en las encuestas, sin hacer nada, sin explicar ninguna de las medidas que dice tener en el bote, sin arriesgar ni un ápice, tan solo viendo como se hundía su contrincante, ha pasado de estar sitiado por los barones de su partido – sobre todo por Esperanza Aguirre – y de tener la intención de dimitir como presidente del partido al principio de la legislatura a líder indiscutible y candidato con opciones a obtener la mayoría más amplia que ha conseguido la derecha.

¿Y qué pasará después?, el nuevo gobierno – que presuponemos del Partido Popular - ¿dará un golpe de timón económico?, ¿proseguirán los recortes en políticas sociales, en educación, en sanidad?. ¿Se mantendrá la paz social que hasta ahora se ha venido manteniendo dentro de unos márgenes aceptables?.

Pues no soy adivino pero creo que la gestión de la economía seguirá por los mismos derroteros, con nuevos ajustes, sobre todo por dos razones. En primer lugar porque esta política está ideológicamente más cerca de los populares que de los socialistas y, en segundo término, porque los vientos neoliberales que vienen del norte, de París, de Bruselas y de Berlín no parece que vayan a amainar de momento. Al menos, hasta que no haya un cambio electoral en Francia y Alemania y si no, que se lo pregunten a los griegos. De hecho, además de votar en España, me gustaría votar en Francia y Alemania para poder opinar sobre tantas cosas que pasan aquí y se deciden allí.

Es muy posible que la política económica del nuevo gobierno reciba el apoyo del empresariado y de la banca y, en cambio, a los que ya están protestando y a los sindicatos, les será más fácil oponerse sin interferencias ideológicas a la nueva gestión.

En cualquier caso, a mi me sigue gustando ir a votar. Oigo a veces muchos comentarios en contra de esta democracia, sin duda confunden la mala gestión, la corrupción, la falta de democracia interna en los partidos o una ley electoral mejorable con la esencia de la democracia y no es lo mismo. Yo no me dejo desanimar, es la oportunidad de decidir aunque sea con una única opción entre las opciones de millones de ciudadanos, se luchó mucho para que  la gente común y corriente pudiéramos decidir. Es lo que me diferencia de un simple súbdito. Yo acudiré a votar.

La jornada electoral me sigue pareciendo un día de fiesta. Me sigue gustando ir de paseo con mi familia hasta el colegio electoral, saludo por el camino a mis vecinos y saludo a los vecinos de la mesa electoral que tienen una larga jornada por delante. Me emociona votar, vuelvo a repetirlo, porque sé lo que ha costado que yo pudiera hacerlo.

Una mañana de hace muchos años, siendo yo un chaval, concretamente el 15 de junio de 1977 acompañé a mis padres a votar. Y recuerdo la emoción de mi padre, los ojos llorosos y la mano temblando. Era demócrata, tenía 51 años y era la primera vez que votaba en su vida. A menudo esto se nos olvida.

Epílogo sobre ETA

Cuando uno espera una buena noticia durante años, la ilusión se agota en la espera. Yo pensaba que cuando ETA dejara de matar, descorcharía una botella de buen cava y, en función de mí estado físico pues parecía que la cosa iba realmente para largo, bailaría una jota. Sin embargo, ayer cuando al final de tantos años recibimos  la noticia, me quedé atónito mirando la tele toda la tarde.

Como ya había escrito el artículo sobre las próximas elecciones y la noticia podía tener su influencia, está por ver cuánta, pensé en reescribirlo. Pero luego he cambiado de opinión y he decidido hacerlo de esta manera, como epílogo que no epitafio, pues por desgracia no han tenido suficiente coraje como para disolverse.

ETA siempre quiso influir en las elecciones, exactamente como no debía de hacerlo – que es como partido político que acepta las reglas del juego democrático – sino como banda mafiosa de asesinos. Siempre ponía algún muerto o herido sobre le tapete recordándonos que estaba allí y sumiéndonos en la pesadumbre.

Ahora ha vuelto a hacerlo, sólo que gracias a Dios de manera más positiva que nunca, anunciando que ya no van a matar más. No es pequeño el cambio. Pero la pregunta es, para el asunto que nos ocupa en este artículo,  si este anuncio influirá en la intención de voto de los electores.

Los candidatos de los dos partidos mayoritarios han sido ministros del Interior, y nadie les puede negar, aunque algunos cavernarios lo intenten, su carácter de luchadores contra ETA.

Puede que en este asunto concreto Rubalcaba tenga ventaja porque ha sido el último Ministro del Interior, firmante del Pacto por las libertades y contra el terrorismo y, sobre todo, por los éxitos que bajo su mandato han obtenido la Policía y la Guardia Civil, y que han puesto  a la banda en una situación tal que no ha tenido más remedio que dar este paso.

No obstante, esta debilidad de ETA, ha hecho que el terrorismo haya descendido en la clasificación de preocupaciones de los españoles en las encuestas de opinión y barómetros sociales de los últimos tiempos. Por lo que la incidencia en la opinión electoral puede ser menor que la que podría haber tenido en otras épocas más dolorosas, en las que ETA parecía invencible. Por lo tanto habrá que esperar a los sondeos que se vayan haciendo desde ahora hasta las elecciones.

En cualquier caso es una gran noticia este anuncio. Por el momento es una victoria de la decencia, la democracia y la humanidad. Es hora de alegrarse, ya nos preocuparemos de cómo se gestiona el “día siguiente”.

Ayer debería haber abierto la botella de cava, del bueno, del caro, del que me gusta. No sé por que no lo hice. Lo dejaré para cuando se disuelvan definitivamente. Lo de la jota es harina de otro costal, uno no está para dispendios gimnásticos.

Juan Carlos Barajas Martínez

Bibliografía:
Comportamiento político, partidos y grupos de presión. Sociología electoral.
Irene Delgado Sotillos y Lourdes López Nieto.
UNED
Madrid 2004



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El mercado matrimonial



Podría yo presumir desde estas líneas y decir que de joven ligué mucho, que era un conquistador, un Giacomo Casanova o un Porfirio Rubirosa o un Rodolfo Valentino del barrio de Hortaleza. Pero da la casualidad de que algún que otro lector me conoce de aquella época y la gente es muy suya, muy poco considerada con las presunciones e imaginaciones de los demás. Seguro que recibiría correos electrónicos, cartas o llamadas de teléfono, cuando no comentarios en este mismo blog, diciéndome que ligaba menos que los gases nobles – ya sabéis que éstos, con ocho electrones en la última capa, son muy poco proclives a combinarse con elementos de menor valencia -, quién sabe si me dirían que los que ligaban de verdad eran ellos y que yo tenía la tarjeta de baile prácticamente vacía. Y, sin embargo, escribo estas líneas el día de vigésimo primer aniversario de boda. Al final, el de la tarjeta vacía, se llevó a casa a la más guapa del baile. Al menos para mí lo es.

El caso es que, en este día tan importante para mí, me he acordado de un modelo sociológico que viene muy al pelo de la ocasión, se trata del enfoque del mercado matrimonial. Según este enfoque, en el ayuntamiento carnal entre hombres y mujeres cabrían dos mercados, en el más clásico de los sentidos, el de un espacio abierto en el que ofertantes y demandantes intercambian un producto que, en este caso - por mor de la educación católica que he recibido – no me atrevo a identificar claramente.

En primer lugar, está el mercado puramente sexual en el que los hombres concentran sus demandas, sobre todo en los años jóvenes, en los que la apostura y el vigor juvenil, les empuja irremisiblemente a la búsqueda de muchachas con las que apaciguar sus apetitos. Así que el dicho que dicen las madres de que “todos los hombres buscan lo mismo” no va muy desencaminado. El coste del sexo para ellos es casi nulo mientras que las mujeres corren un gran riesgo que consiste en que si las cosas vienen mal dadas pueden encontrarse con la eventualidad de tener que mantener un hijo solas.

En las últimas décadas se han desarrollado los métodos anticonceptivos y ha permitido que un nutrido grupo de mujeres se incorporen sin complejos a este mercado, aunque siempre hay un riesgo residual pues dichos métodos no garantizan su efectividad al 100%. Esto ha relajado las costumbres y la dureza con la que tradicionalmente se han juzgado en nuestra sociedad este comportamiento en las mujeres, antes, mientras los hombres eran unos conquistadores, el calificativo para las mujeres era mucho menos edificante. En mis tiempos jóvenes, en el mejor de los casos, las llamábamos “liberadas” o, más vulgarmente, “esta se deja”. Evidentemente teníamos muy poca sensibilidad.

Sin embargo, la bajada en la edad en la que los jóvenes comienzan a tener relaciones y la falta de información que acompaña este juvenil esparcimiento ha hecho que aumenten los embarazos indeseados. Parece mentira que con todo lo que se habla hoy de sexo haya personas tan poco informadas en aspectos tan esenciales. La verdad es que el análisis de este asunto concreto merece un artículo aparte.

El otro mercado es el matrimonial, en el que los hombres son minoría porque el coste de sus relaciones sexuales aumenta mucho al tener que responsabilizarse de ayudar a la mujer y a los hijos. Los hombres tratarían de atraer a las mujeres al primer mercado, y las mujeres prefieren concentrar sus demandas en el segundo. Pero lo cierto es que, a partir de cierta edad, los hombres también sienten la llamada para alcanzar una situación sentimental estable, “sentar la cabeza”, se suele decir.

Por tanto, podríamos definir el mercado matrimonial como el lugar teórico de encuentro del conjunto de hombres y mujeres que en un momento dado están dispuestos a constituir legalmente una pareja.

Se trata de un mercado con una alta inelasticidad en la oferta y en la demanda. Dando un ejemplo un poco chusco, un mercado es elástico si los bienes que se intercambian no tienen sustitutos cercanos, el mercado de la mantequilla es elástico pues siempre podemos sustituirla por la margarina, el de la gasolina es inelástico porque los coches no funcionan con mermelada sino precisamente con gasolina. En el caso del mercado matrimonial también es muy difícil encontrar bienes sustitutivos, no creo que sirvan para este menester ni las muñecas ni los muñecos hinchables, ya que tienen muy poca conversación, muy importante en el matrimonio.

La carestía en este mercado se produce por razones demográficas. Los efectivos de hombres y mujeres en un momento dado son el producto de los niveles de natalidad correspondientes a décadas anteriores, por tanto, son difícilmente modificables. Situaciones, como la segunda guerra mundial o nuestra guerra civil, pueden alterar el equilibrio en el mercado matrimonial años después, como de hecho ocurrió. Hay dos razones para ello, la alta mortalidad masculina en edad joven y, sobre todo, que la natalidad desciende bruscamente en tiempos de guerra y no hay recambio generacional.

El desequilibrio entre hombres y mujeres se puede regular mediante tres mecanismos de ajuste interno: la poligamia - que en nuestra sociedad está muy mal vista y por lo tanto puede regular el mercado matrimonial en otras latitudes pero aquí no -, la diferencia de edad en el matrimonio y la exclusión del mercado por soltería definitiva, es decir, quedarse para vestir santos.

Así que una diferencia apreciable en el número de mujeres y hombres que concursan el mercado matrimonial puede tener consecuencias muy curiosas, la primera, es que la edad en la que el sexo deficitario  contrae matrimonio se reduce y, como es lógico, la edad del sexo excedentario aumenta. Otra consecuencia curiosa es que la incidencia de la soltería definitiva en el sexo deficitario se reduce, mientras que en el sexo excedentario aumenta. Se produce también un aumento de la propensión a las segundas y ulteriores nupcias para el sexo deficitario y una disminución de dicha tendencia para el sexo excedentario. Y, por último, otro fenómeno que se ha detectado en estas ocasiones de desequilibrio, es la tendencia a la sobreinmigración del sexo deficitario y la sobreemigración del sexo excedentario. El ejemplo más ilustrativo que se me ocurre de sobreinmigración femenina, es el célebre y celebrado caso de las “caravanas de mujeres”.

El mercado matrimonial español se ha caracterizado por un excedente estructural de mujeres por varios motivos: por haber seguido el número de nacimientos una trayectoria creciente o estable, por sobremortalidad masculina y por sobreemigración masculina.  Y esto se ha manifestado en que la diferencia media de edad entre hombres y mujeres en España durante el siglo XX ha sido de 3 años. Lo curioso de esto es que la propia sociedad crea mecanismos culturales de apoyo a esta situación, he oído muchas veces valorar positivamente a las parejas en las que el marido era mayor que la mujer y, en ocasiones, hacer algún comentario negativo o mostrar extrañeza cuando sucedía lo contrario.

Este enfoque es más serio de lo que he dado a entender aquí, he pretendido hacerlo más ameno, resaltar sus apartados más curiosos, pero, las ironías y los chascarrillos son míos no de los autores, ¡qué le vamos a hacer!, el artículo me ha salido así.

Sólo un apunte final, volviendo a las referencias autobiográficas con las que comencé, una de las mejores cosas que he hecho en mi vida, si no la mejor, fue participar en el mercado matrimonial y contraer matrimonio con mi mujer ahora hace 21 años.


Juan Carlos Barajas Martínez

Bibliografía:

Estrategias Familiares, Luis Garrido y Enrique Gil Calvo, Alianza Editorial, Madrid 1993
Principios de Economía, N. Gregory Mankiew, McGraw-Hill, Madrid 1999


Nota: la imagen del principio es un programa de ordenador escrito en lenguaje Perl que escribe “be mine forever”.



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Yo, Rafael, Gastón, León y… ¡oh Dios!, Hitler





Carnet de estudiante de mi tío Rafael

Mi tío Rafael era todo un personaje, bajito, desaliñado, culto, políglota y, al mismo tiempo, sin ambiciones claras y de timidez casi enfermiza. Yo, que ya voy cumpliendo años, he conocido a mucha gente en mi vida, doctores, ingenieros, algún científico – lo cual es meritorio pues en España es la de los científicos es una especie muy rara -, diplomáticos, magistrados, gentes de la que se supone que están preparadas y son inteligentes,. Pues, a pesar de ello, la mente de mi tío es la más extraordinaria que yo haya visto jamás. Tenía una memoria portentosa, podía almacenar las cosas más inverosímiles durante toda su vida y en cantidades inmensas, parecía que su memoria no tuviera fin. Esto pueden corroborarlo todas las personas que lo conocieron.

Aquel exceso de memoria muchas veces lo empleaba en cosas poco prácticas, por poner un ejemplo, llevaba una estadística de las cañas de cerveza que se había tomado durante toda su vida. “En 1947”, decía, “me tome 1108 cañas, en 1953, 2003 cañas”, “estuve sin beber un vaso de agua desde el 12 de noviembre de 1949 hasta el 2 de enero de 1952”. “¿Entonces qué bebiste tío? – le decía yo intentando imaginar cómo podría ser la vida sin beber ni agua ni Coca-Cola – “café, vino y cerveza”. Las cifras y las fechas me las he inventado pero las anécdotas no. Mi tío, como podrá adivinar el lector, era un poco cierrabares, pero ahí acababan sus vicios.

Era Rafael un especialista en la Segunda Guerra Mundial. Citaba de memoria batallas, fechas, horas, generales,  estrategias, divisiones y cuerpos de ejército. Había seguido la guerra, día a día, en las páginas del ABC y las ondas de la BBC. Después de la guerra, había ampliado sus conocimientos con numerosos libros, muchos de los cuales ahora los tengo yo en mi casa.

Cuando era yo pequeño, en vez de dormirme con un cuento, mi tío me hablaba del cerco a Berlín por los soviéticos o acerca de la batalla de El Alamein. Y me dormía igual que si me hubiera contado “Caperucita” o “Pulgarcito”.

Mi tío tenía un compañero de profesión un poco peculiar, alto y fornido, de origen belga y con un acento extranjero muy fuerte y muy fácil de imitar, lo digo porque Rafael le imitaba y se partía de la risa. Lo veía de vez en cuando, en reuniones de su asociación profesional. Yo nunca le vi, pero  era a menudo tema de conversación entre mi tío y mi padre, que aparte de hermanos también eran colegas. Lo que no consigo recordar es su nombre, a pesar de que tengo una permanente sensación de tenerlo en la punta de la lengua y estoy seguro de que si lo volviera oír lo reconocería de inmediato. Llamémosle Gastón.

En mi familia la procedencia de Gastón era un secreto a voces, era un nazi oculto en España, aunque mi madre – muy apegada a la tierra – solía decir que era un pobre belga que huía del frío al que su cuñado y su marido le habían colocado un sambenito. No es que él lo admitiera, es que mi tío lo descubrió tomando cervezas. Durante meses, años, mi tío le fue sacando sutilmente la información, sus increíbles conocimientos sobre  la guerra y su extraordinaria memoria le ayudaron. Gastón le habló de sitios y fechas en donde no podía haber estado de no haber pertenecido al ejército alemán y le comentó hechos en  conversaciones espaciadas en el tiempo que le permitieron reconstruir las verdaderas andanzas de Gastón. Así al calor de las cervezas, entre la caña 1058 y la 1059 de 1964, se le escapó un dato y entre la 234 y 235 de 1967 se le escapó un nombre o una situación y mi tío fue apuntándolo en su mente. A  otra persona le habría pasado desapercibido o no se habría vuelto a acordar, pero con mi tío las cosas no funcionaban así.

Al final le hizo un currículo, lo más probable es que Gastón hubiera sido un suboficial de la Legión Valona, también conocida como la 28ª división de las Waffen-SS. También suponía que Gastón había pertenecido a alguna organización católica ultraconservadora antes de la guerra, de ahí había pasado al Partido Rexista de Leon Degrelle y de ahí al nacionalsocialismo como casi todos los jóvenes que acabaron en la Legión Valona. Puede que mi tío estuviera equivocado y mi madre tuviera razón pero, conociéndole, estoy casi seguro de que estaba en lo cierto.

Leon Degrelle fue un aventurero, un periodista, corresponsal de guerra en México durante el período revolucionario. Pasó, en los años ’30, a la política activa en su país Bélgica, fundó el Partido Rexista que se radicalizó desde el pensamiento cristiano hasta el fascismo. Cuando los alemanes invadieron Bélgica abrazó la causa nazi, creó la Legión Valona y acabó la guerra con el grado de general de brigada de las SS. En una entrevista que Degrelle mantuvo con Hitler, éste le dijo que de haber tenido un hijo le hubiera gustado que hubiera sido como él. Al final escapó a España, el Régimen de Franco lo protegió, la monarquía parlamentaria lo consintió y murió en Málaga en 1994.

El que Leon Degrelle y Gastón permanecieran en contacto ni lo sé, ni se lo oí a mi tío, pero él pensaba que muy probablemente se habían conocido antes de la guerra y que sí se habían conocido necesariamente durante la guerra, pues era su comandante y tampoco había tantos soldados en la Legión Valona, el título de 28ª división era honorífico, apenas daba para  una brigada.

Los recuerdos de aquella extraña relación se quedaron acomodados entre otros en la memoria de mi infancia, hasta que un día leí un artículo acerca de una curiosa teoría, la llamada teoría de los seis grados de separación, o también, teoría de “el mundo es un pañuelo”.

Formulada por primera vez por el escritor húngaro Frigyes Karinthy, fue recogida por sociólogo norteamericano Duncan Watts en su libro “Six degrees: the science of a connected age”. Dicha teoría sostiene que todas las personas de nuestro mundo están conectadas por una inmensa red de relaciones, de manera que, entre una persona cualquiera “A” y otra persona cualquiera “B” sólo hay 5 intermediarios, lo que supone 6 tramos, rangos o grados de separación entre ellas. La figura ilustra esta propiedad.

Archivo:Six degrees of separation.png
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La teoría se basa en argumentos bastante sólidos. Empecemos por un argumento numérico, supongamos que cada persona conoce al menos a otras cien, por cada una de esas a su vez habrá otras cien, lo que hace que en segundo grado “A” esté conectado a 10.000, y en el siguiente grado de separación, a 1.000.0000. Así hasta llegar a la persona “B”, la red estará formada por 1.000.000.000.000 de relaciones en las que caben ampliamente los 7.000 millones de personas de la Tierra, aunque haya muchas relaciones repetidas o que sean grafos cerrados que no lleven a ninguna parte.

Se han hecho experimentos que consisten en, dadas dos personas concretas que no se conocen, la primera debe enviar una carta a la segunda mediante la persona que conoce más próxima geográficamente al destinatario, con instrucciones para que éste haga lo mismo, y así sucesivamente hasta llegar al destinatario. Al parecer la carta ha llegado siempre con menos saltos de los 6 de la teoría aunque, según los detractores de la misma, hay muchas cartas que no han llegado a su destino.

En 2008, Microsoft hizo un estudio en el que, según ellos, la teoría quedaba demostrada. El experimento utilizó 30.000 conversaciones electrónicas de Messenger. El resultado era una media de 6’6 grados de separación. No me parece a mí una demostración pero si un argumento a favor. La revista Science, en un estudio publicado en 2003 sobre 60.000 comunicaciones para alcanzar a 18 destinatarios en 13 países, decía que para que la comunicación tuviera éxito era necesaria la colaboración de los intermediarios para lo que debía establecerse algún tipo de incentivo.

Science, de esta manera, tiene en cuenta la diferencia que hay entre que la red exista y que la red se active. El que la red exista es bastante independiente de la voluntad de los que forman parte de ella, se rige por la relación “Fulanito conoce a Menganito”, yo no puedo evitar estar en el mismo hilo que, como veremos más adelante, desemboca en Hitler. Ahora bien, el que la red se active y se establezca una comunicación entre A y B sí depende de la voluntad de cada uno de los nodos intermedios y éstos necesitan algún tipo de incentivo para pasar el testigo al siguiente nodo.

Esta teoría ejemplifica de manera diáfana la tremenda potencia de las redes sociales en Internet. El sustrato relacional existía, las relaciones entre las personas han existido siempre, pero hacía falta la herramienta que pudiera ponerlas en marcha, que activara la comunicación y creará los suficientes incentivos como para que la gente las utilizara. Cuando estás herramientas se crean gracias a las distintas plataformas existentes – Facebook, Twitter, Tuenti, Linkedin, etc – las redes se desarrollan a escala global en muy poco  tiempo. Por poner un ejemplo, a día de hoy tengo 42 contactos en primer grado de separación – según la terminología de la teoría – en la red social profesional Linkedin, no me prodigo mucho la verdad, por ahí tengo amigos que tienen 500 contactos. Pues bueno, según mi perfil en dicha red, esos 42 contactos me unen a 77.234 en segundo grado y  a 845.111 contactos en tercer grado. Y este magnífico poder es independiente de si la teoría es cierta o no, de si son 6, 6’6 o 360 los grados de separación entre dos personas cualesquiera, porque este poder es real.

Como decía anteriormente, la historia de mi tío y Gastón la tenía perdida en mi memoria de la infancia pero al leer un artículo sobre la teoría de los seis grados de separación empecé a pensar en personajes famosos y en qué grado de separación tenía con ellos y todos en los que pensaba estaban mucho más cerca de lo que yo hubiera podido imaginar, hasta llegué a especular que cuánto más famosa es una persona menos separación había.

De esta manera, forzando un poco la cosa porque la teoría no habla de personas fallecidas, empecé a seguir el hilo: empezando por mi, yo conocí evidentemente a mi tío Rafa, éste conoció a Gastón quién, si la teoría de mi tío era cierta, conoció a León Degrelle y, ¡oh Dios!, sabemos por la historia que León Degrelle conoció a Hitler. ¿A que acojona?. ¡ Estoy a cuatro grados de separación de Adolfo Hitler!.

Pero eso no me hizo creer a pies juntillas en la famosa teoría ya que en realidad es un ejemplo muy visual pero no es aplicable a la misma, porque todos están fallecidos salvo yo. Sino otro caso. A principios de este año tuve que realizar un trabajo para una persona muy importante en nuestro país. Tuve dos reuniones preparatorias con él y su equipo y una reunión más, la última, en la que le entregamos los resultados del trabajo y quedó, creó, bastante contento. En cualquier caso pienso que se puede establecer que he conocido a esta persona, aunque creo que ya no se acordará de mí dada mi posición en la escala trófica. Esta persona ha estado varias veces con el presidente Obama lo sé porque he visto fotos de las entrevistas y también lo he visto en la televisión, es decir, que estoy a dos grados de separación del presidente Obama, y todos los que me conocen a mí, a tres. ¿Cómo no voy a creer en la teoría de los 6 grados de separación?.



Juan Carlos Barajas Martínez



In Memoriam
Luis Rafael Barajas López 1922-1981

Por si se quiere saber más:


León Degrelle con uniforme de las SS saludando a Hitler



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La reyerta del OK Corral y la americanización


Tan solo duró treinta segundos. Ocurrió alrededor de las 14:30 horas del miércoles 26 de octubre de 1881, en un solar situado justo detrás del Ok Corral en Tombstone (literalmente lápida en inglés), Arizona. Dicen que se dispararon trescientas balas pero no me lo creo, porque eso implicaría diez disparos por segundo y las armas – Colt de seis tiros y escopetas de cartuchos – no daban para tanto.

Se enfrentaban dos clanes, los Earp – ayudados por aquel personaje de leyenda que fue Doc Holliday –, por un lado, y los McLaurin y los Clanton, por el otro. Saber quienes eran los buenos es muy difícil y, en buena medida, depende de la película en la que hayas visto la pelea. Pero yo, que soy muy clásico, tiendo a pensar que los buenos eran los Earp.

Wyatt Earp

He llegado a leer que los Earp representaban a la burguesía de la ciudad y los Clanton a los ganaderos-proletarios del campo. ¡Caray, eso sí que es llevar lejos la lucha de clases!. Porque Wyatt Earp era el sheriff de la ciudad, ¿pero qué ciudad era Tombstone en 1891?, el típico poblado del Lejano Oeste con una sola calle y rastrojos secos cruzándola movidos a la deriva por el viento. Imagen que está muy lejos de la ciudad industrial típica que dio origen a una verdadera burguesía

¿Y que clase de proletarios eran los Dalton?, cuatreros de la frontera con México, en todo caso, de ser algo, formarían parte proletariado lumpen que decía Don Carlos Marx, es decir, bandidos sin conciencia de clase. Lo que si parece que fue, dentro de la pequeña historia del Oeste, un hecho crepuscular, un claro signo de que terminaba la época sin ley y avanzaba el progreso y la civilización. Para mí que, a fin de cuentas, fue una reyerta entre macarras que fue transformada en leyenda gracias a un medio cultural superpoderoso: el cine.

¿Quién puede olvidar películas como “Pasión de los fuertes” de John Ford o “Duelo de Titanes” de John Sturges?, ¿quién no se ha sobrecogido con el inmenso talento de Henry Fonda o Burt Lancaster haciendo de Wyatt Earp?. Lo cierto es que el lenguaje visual de esas películas irrepetibles convirtió aquella simple reyerta en una lucha a vida o muerte entre el bien y el mal de características épicas. No sé cuántas películas y series de televisión han tratado la balacera de Tombstone, puede que veinte y puede que anduviera corto.

A aquellas míticas películas que yo veía por televisión en la sobremesa de los sábados después de Mazinger Z, Heidi u Orzowei se les unieron, en los ´90, “Wyatt Earp” – dirigida por Lawrence Kasdan y protagonizada por Kevin Cotsner -  y “Tombstone” – dirigida por George P. Cosmatos y protagonizada por Kurt Russell y que pasa por ser la que trata con más rigor la historia de los pistoleros.

Y aquí es donde viene lo bueno, los norteamericanos nos inundan  el mundo con una pelea doméstica, mientras hay países como el nuestro con una historia milenaria con múltiples ejemplos épicos que no han tenido ni una ínfima parte de la difusión del duelo de Tomsbtone.

¿Cuántas películas se han hecho sobre la batalla de las Navas de Tolosa? - ninguna que yo sepa -, ¿o sobre las Termopilas? - me parece que como mucho dos -, ¿y sobre la caída de Constantinopla que supuso un cambio de era? - no recuerdo ninguna -. Y así la lista puede hacerse tan grande como se quiera. Esto no se puede explicar solamente por el talento y la calidad técnica de unos directores y unos actores insuperables. Debe haber algo más.

En primer lugar, está el poder de difusión cultural de la industria de Hollywood y su desarrollo durante el siglo XX – qué curioso que una de las productoras más importantes fuera la Twentieth Century - ha dado a Estados Unidos una herramienta de propaganda – ni mucho menos la única pero sí la más artística -  y una plataforma para expansión de sus valores y creencias.

Conforme fue avanzando el siglo la cosa fue a más, por la mejora en los medios de comunicación, y abarcaba todos los aspectos del “american way of life”. De forma que la mitad de la humanidad se queja de la invasión cultural y la otra mitad se deja seducir por sus iconos. ¡Pero si hasta yo chapurreo el inglés con lo poco dotado que estoy para las lenguas bárbaras!.

Este fenómeno ha recibido el nombre de americanización. En el nivel más general la americanización es un término que describe la influencia de Estados Unidos, sus normas, valores, estructuras e instituciones en el resto del mundo. Y se trata de una corriente de pensamiento bastante crítica, en parte porque la mayoría de sus autores no son norteamericanos sino franceses.

Otros poderes hegemónicos han impuesto pautas culturales en sus zonas de influencia, se dice que la Europa del siglo XVI hablaba español, pero nunca se ha dado este fenómeno con tanta intensidad como ahora porque nunca se habían usado medios de comunicación tan poderosos como los de ahora. 

El caso es que, cuando vuelvan a hacer una película sobre los Clanton y los Earp, peleando por su forma de vida, entre las vallas del corral y los caballos asustados. Cuando cabalgue de nuevo el tahúr-dentista tuberculoso Doc Holliday tosiendo y disparando a la vez, sin fallar, atravesando carne cuatrera, mientras el sol del ocaso baña de luz dorada  la escena, allí estaré yo también, en la oscuridad de la sala de cine o del salón de mi casa.

Juan Carlos Barajas Martínez
Vídeos:

Escena del OK Corral en Pasión de los fuertes, ¡30 segundos condensados en 10 minutos!: http://www.youtube.com/watch?v=OCsXASEw4VA
Misterio: ¿cómo es que no le daban a los caballos?
Escena del OK Corral en Tombstone, la más fidedigna: http://www.youtube.com/watch?v=2mnFsrmsA94

Información en la Wikipedia:

Tombstone (Arizona) http://es.wikipedia.org/wiki/Tombstone_(Arizona) para que echéis un vistazo al escenario.
Tiroteo en el OK Corral  http://es.wikipedia.org/wiki/OK_Corral para que sepáis cómo acabó la cosa.
Proceso de americanización: http://es.wikipedia.org/wiki/Americanizaci%C3%B3n

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